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  • Foto del escritorOmar Linares

La vida que desperdicias(te)


Mark Daynes


Viktor Frankl (1905-1997) fue un psiquiatra austríaco que sobrevivió al holocausto nazi. Su convivencia con otros reclusos en Auschwitz y Dachau le permitió adentrarse en el conocimiento del sufrimiento humano. Anotando ideas en pequeños trozos de papel, fue elaborando la estructura de lo que con los años sería conocido como la Logoterapia, su propuesta terapéutica para el malestar humano, que obtuvo fama mundial tras la publicación de El hombre en busca de sentido (1946).


Según Frankl, todos poseemos una voluntad de sentido innata. Día a día, interrogamos al mundo por su sentido, tratando de comprenderlo, de encontrar nuestro lugar en él. En los tres años que pasó internado en los campos de concentración nazis, se percató de que quienes conseguían sobreponerse a la situación que vivían, los únicos capaces de mantenerse en pie a pesar de todo, eran aquellos que creían ver un sentido más allá de aquella barbarie; una ilusión que les ayudaba a seguir adelante.


La causa del sufrimiento era para Frankl la falta de sentido de la vida: por tanto, la solución para él será el hallazgo del mismo. Frankl considera que la creencia de que la vida carece de sentido es fruto de un fallo de percepción: que es posible encontrar ese sentido inherente al mundo, que nos permitirá vivir una vida plena, a pesar de sus inclemencias.


Creamos o no que la vida tiene un sentido previo a nosotros, nos parezcan o no correctos los presupuestos que guían la propuesta logoterapéutica, en esta concepción del sufrimiento hay una clave sobre la plenitud de la vida que no debería pasar inadvertida: la que encontramos en el experimento mental que Frankl nos propone.


Tus dos vidas


Imagina por un momento que la reencarnación, defendida por tantas religiones, es cierta. Real, pero limitada: concretamente, solo funciona una vez. Naces, vives tu vida, mueres, renaces, vives otra vida y tras ésta, descansas definitivamente. Dos vidas, vividas consecutivamente por ti, como si de una ley natural se tratase.


Planteado este panorama, Frankl nos invita a pensar que ya vivimos nuestra primera vida, nos encontramos actualmente en la segunda y estamos a punto de hacerlo exactamente igual de mal que en la primera.


Aunque en tu primera vida tuviste sueños que querías cumplir, poco a poco el tiempo fue pasando y los dejaste escapar. Tenías ideales, veías claro todo lo que querías cambiar del mundo, pero la comodidad hizo mella en ti y tu espíritu revolucionario acabó adormecido bajo un manto de conformismo. Creíste en el amor, pero cuando éste llamó a tu puerta no tuviste la valentía de abrirle, prefiriendo relaciones superficiales, o quizá un matrimonio que acabó reducido a una mera convivencia... No te resultará difícil encontrar otros ejemplos de cómo es posible desperdiciar una vida, sencillamente por miedo a vivirla.


Aunque parezca un planteamiento aleatorio, la función de esta idea es profundamente reveladora. Nos permite revisar nuestra vida usando como referencia errores pasados que nunca cometimos, pero que podríamos estar a punto de cometer. Pensar que caeremos en ellos "de nuevo", nos impulsa a tomar las riendas de nuestra vida. Que no hayamos vivido una vida previa no es importante; sí lo es la posibilidad de acobardarnos en la que ahora vivimos.


¿Qué quieres hacer con tu vida? ¿qué clase de persona quieres ser? ¿cómo quieres vivir? Pero, sobre todo, ¿cómo estás viviendo? Son preguntas que todos debemos hacernos. Si la respuesta a las tres primeras no coincide con la que has dado a ésta última, tienes mucho que hacer. Sea como sea, enhorabuena, aún estás a tiempo.


Puedes engañarte y vivir tu vida desperdiciándola como si tuvieras otra esperándote. O bien puedes vivirla de la forma más intensa y real posible, ya que ésta es la única que vivirás. La decisión es tuya, la invitación está hecha.


Tu segunda vida empieza hoy, ¿qué vas a hacer para aprovecharla?


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